Por MARTHA RÍOS | Corresponsal Eje Cafetero
Salir a la calle para cualquier labor, como colombiano, y ver la alegría, el entusiasmo, el talento para vender, usando la estrategia más natural para llamar la atención, con música, con estrofas propias o como parodia de algo de moda, disfraces y un sin número de recursos, es como no acabarnos de sorprender ante esa vena artística y buena malicia que nos caracteriza. Hasta podemos olvidarnos por momentos, absorbidos por espectáculos callejeros, que nos hacen reír y también hay quien desde el otro lado de la calle responda con alguna frase chistosa, un canto o un baile, de hecho cualquier extranjero se sorprende y como un contagio de alegría ellos disfrutan.
Somos versátiles, somos de buen corazón, dadores de amor en medio de las tragedias, de escenarios perturbadores, de una economía en decadencia, de una inseguridad peor que siempre y mucho más pero, en medio de todo éste panorama, aprendimos, como el ave fénix, a renacer entre las cenizas; incluso hemos estado en la lista de las personas más felices del mundo. Estamos hechos de callos en el alma.
Tenemos esa cualidad de sentirnos hermanos y abrazarnos con quien esté a nuestro lado, aunque jamás nos hayamos visto; apoyarnos en esos hombros con lágrimas cuando de partidos de fútbol, ciclismo etc. se trata. Haciendo al unísono alarde del orgullo patrio que nos invade y que no nos cambiaríamos por nadie. Esos momentos que convertimos en memorables en cualquier estadio del mundo, en competencias de ciclismo y demás, siempre hay algún colombiano portando una nacionalidad que nos caracteriza por ser así, como somos. Nos ataviamos de colores, de lo bullosos que somos al alegrarnos por algún triunfo y nos convertimos en el blanco de la miradas de quienes, por tener una cultura tan diferente, nos aprueban con sus tímidas sonrisas y miradas, lo que nos convierte en una especie como de otro mundo que para ellos es tan novedosa como transmitiendo nuestro ADN por segundos.
Somos fuertes a pesar de las vicisitudes y de los “goles” que nos anotamos en medio de la algarabía y la celebración, ya que pasado el evento nos damos cuenta que los proyectos que se prometieron en campañas se hunden y los que tenían que desaparecer renacen, que la gasolina sube como la espuma y estamos inmersos desde la otra orilla tratando de sobrevivir.
Ante todo esto, mi sugerencia ahora es apoyarnos entre todos, que sólo lo nuestro sea la única prioridad, tenemos productos de excelente calidad, no de esos que son desechables provenientes de otros confines del planeta, pues si no los consumiéramos, al menos por obligación, se tienen que ir y nuestras industrias se reactivarían, dándole paso al empleo, salud mental, educación, cultura, turismo y etc.
Estimulemos esas pequeñas economías, por que son el producto de las manos colombianas, pues ¿porqué no beneficiarnos nosotros mismos en vez de favorecer a otros que no les entendemos ni mu de lo que hablan? entonces ¡arriba Colombia! “Colombia tierra querida himno de fe y armonía, cantemos, cantemos todos grito de paz y alegría”…